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RELATO EN VIDEO DE UNAS MANIOBRAS EN EL SUR DEL SAHARA

Andrés Morán Prieto
BIR Nº 1 – Playa del Aaiun Octubre-Diciembre 1973
Regimiento Mixto de Ingenieros nº 9 Transmisiones Villa Cisneros 1974


Andrés Moran, nos cuenta como en unas maniobras por el sur del Sahara la compañía en la que iba se pierde en el interior de Mauritania y de postre se les estropea el Land-Rover. Esta es la misma história que nos cuenta Hilari Joan y por tanto, aún siendo versiones con diferéncias la conclusión es que Andrés e Hilari eran compañeros en aquellas peligrosas maniobras.

Fotos de Andrés Moran

Andrés Moran Prieto
BIR, Villa Cisneros (Ingenieros – Transmisiones) 10-1973 a 12-1974

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UN DESTINO INESPERADO

Andrés Morán Prieto

BIR Nº 1 – Playa del Aaiun – Sahara A.O.E. Octubre-Desembre 1973
Regimiento Mixto de Ingenieros nº 9 Cia Mixta de Transmisiones Villa Cisneros Sahara A.O.E. Año 1974

Andrés pocos días antes de ir a la mili en el Sahara

De mi querido y anhelado pueblo Vigo de Sanabria, éramos cuatro quintos Pedro Vega, Leonardo Prieto, Toribio Vega y Andrés Moran.
Mi pueblo es un pueblo pequeñito; allá por el año 1972, tendría 700 habitantes. Todos fuimos al mismo colegio nos conocíamos bien y todos somos buenos amigos.
Pedro estudiaba en el Verbo Divino, en Corses (Zamora), después se fue a Alemania para continuar sus estudios. Leonardo vivía en Madrid con su familia e hizo la mili allí. A Toribio le tocó hacerla en el Feral (León), y con suerte, se libró. Yo me tallé en Barcelona en la plaza de Ríos y Taulet, en el barrio de Gracia, y me sortearon por la caja de reclutas de Zamora en la nº 721 de la 7º región.
El día que nos sortearon Toribio y yo estábamos en Barcelona y junto con nuestro compañero y buen amigo Aurelio, nos fuimos a comer a Vallvidrera para celebrar el sorteo sin saber, lo que nos depararía el destino. Cuando regresamos, ya entrada la noche y con la tasa de alcohol por las nubes a lomos de mi primer coche, un 850, querido y nunca olvidado; nos reunimos todos en la calle Venus, como era habitual, en el bar de la Obdulia, que ella a todos nos recogía, siempre nos tenía la mesa puesta y nunca nos preguntaba si teníamos o no dinero. ¡Qué tiempos aquellos!
A pesar de la ingesta de alcohol, rápido nos dimos cuenta que algo no había ido bien en el sorteo. En el bar todo el mundo tenía cara de circunstancias.
Todos los que frecuentábamos el bar éramos como una familia, y ellos ya sabían que el destino quiso que a mí me tocase hacer la mili en el Sahara. Fue Obdulia la que llamó a la caja de reclutas y la que les dio la noticia. Todos terminamos bastante peor de lo que estábamos, lamentándonos de la poca suerte que había tenido en el sorteo.
Pues bien, quiero decir que después de haber vivido parte de la Marcha Verde, haber pasado un calor insoportable y no haber disfrutado de un día de permiso, me siento orgulloso de haber hecho la mili en el Sahara y de los amigos que hice en ella.

UN VIAJE PARA OLVIDAR

Andrés Morán Prieto

BIR Nº 1 – Playa del Aaiun – Sahara A.O.E. Octubre-Desembre 1973
Regimiento Mixto de Ingenieros nº 9 Cia Mixta de Transmisiones Villa Cisneros Sahara A.O.E. Año 1974

Andrés Moran a su llegada al Aaiún

Cogí el tren en Puebla de Sanabria hasta Zamora. Tuve que ir en el pasillo porque el tren bajaba lleno de gallegos y portugueses. Me presenté en la caja de reclutas, me dieron el petate y seguidamente fui a presentarme en el cuartel. Era un viernes, allí nos echaron la charla y nos dijeron que los que quisieran podían volver a sus casas y presentarse aquí el lunes a las diez de la mañana, y que los demás ya se podían quedar allí en el  cuartel. Yo, después del drama de la despedida que parecía que me fuese a la guerra, opté por la segunda opción. Al poco tiempo vino a buscarme mi amigo Pepe (el Pilas). Él también estaba haciendo la mili; estaba en la residencia de oficiales de machaca con el teniente Coronel Chemeneas, muy conocido por todos los que hicieron la mili en Zamora. El Pilas me habilitó una cama en la residencia de Oficiales y así pase mis dos primeras noches, se puede decir que de militar.

El lunes cada uno con su petate, salimos del  cuartel a la estación, y de allí para Madrid. En Medina del Campo nos juntamos con los de Salamanca, ellos eran veintitrés y nosotros diecisiete. Durante el trayecto  no nos faltaron las botellas y botellas. Como los viejos marineros bebíamos para olvidar. De los de Salamanca había  unos cuantos que llevaban una juerga y un cachondeo  que no pararon hasta Madrid.

La juerga que traían, toda venía montada alrededor de un tal Julio, entre sus acompañantes, iban tres o cuatro chicas besuqueándose con él. Nosotros nos mirábamos y nos preguntábamos: “¿Quién coño será ese Julio?”. Todos llevábamos el petate vacío, pero este Julio lo llevaba repleto.

Nosotros seguimos a lo nuestro, botellita y traguito. Pienso que quizá sentíamos un poquito de envidia, la verdad es que él iba muy bien acompañado. A todos nos empezó a caer un poco gordo el tal Julio.

Por fin llegamos a Madrid. Nos llevaron al Cuartel de Transeúntes, allí nos juntamos con los de toda España. Los amigos que le acompañaban en el viaje desaparecieron, pero el tal Julio seguía disfrutando de privilegios que los demás no teníamos,  por ejemplo esa primera noche al darnos las literas y las mantas llenas de pulgas, a la hora de vacunarnos  y también cuando nos cortaron el pelo. A todos nos hicieron un desastre en la cabeza, pero al tal Julio le hicieron un corte de pelo a navaja como si fuera  un novio y no el pringado que va a la mili.

Al  día siguiente, por la mañana, nos dieron una bolsa de comida, nos formaron y nos llevaron andando hasta Getafe  para coger el avión que nos llevaría al Sahara. La bolsa contenía un cuarto de pollo, un huevo duro y un chusco de pan. Muchos de nosotros  las tiramos, pero luego no veas lo que nos llegamos a acordar de ella. Nos metieron en el avión y después de seis horas de vuelo llegamos al aeropuerto del  Aaiún. Desde el aeropuerto nos llevaron al Bir. El viaje fue horrible, en aquellos camiones conducidos por legionarios, con los frenazos y las arrancadas que le metían.  En el Bir nos formaron y nos iban llamando por el  nombre, fulanito a la 1ª, menganito a la 5ª, a mí me tocó la 4ª Cia, en el 4º Barracón. Cuál fue mi sorpresa que al tío que más manía le había cogido durante estos cortos y ajetreados días, también le toco la misma compañía y el mismo barracón y por si fuera  poco la misma litera. Él arriba y  yo abajo. Al final no pude aguantar más y le pregunté: “¿Oye, tú  quien coño eres?”. Él me contestó: “¡Ah, pero no me conoces! Soy Julio Robles, el torero”.

A partir de ese momento, y durante su corta estancia allí, nos hicimos buenos amigos, pasamos mucho tiempo juntos y de paso dimos buena cuenta de aquel petate que traía lleno de conservas i demás cosas. Por allí empezaron a pasar los del banderín de enganche, primero los Legías, después los Paracas, luego los Nómadas…

Él tenía claro lo que quería hacer, apuntarse a paracaidistas para volver a las Península a Murcia, y así poder torear. Insistió mucho en que yo le acompañara, pero como no tenía buen recuerdo del avión, decidí quedarme con lo que me había deparado el destino y así me quedé otra vez  sin amigo. Nunca más volvimos a vernos, él se hizo famoso y un gran torero. Pero tuvo una cogida muy fuerte en una plaza de toros y se quedó en una silla de ruedas. A los pocos años falleció.

Carta de embarque de Andrés

COSAS DE LA MILI Y DEL SARGENTO M.

Andrés Morán Prieto

BIR Nº 1 – Playa del Aaiun – Sahara A.O.E. Octubre-Desembre 1973
Regimiento Mixto de Ingenieros nº 9 Cia Mixta de Transmisiones Villa Cisneros Sahara A.O.E. Año 1974

Andres Moran de Maniobras con Hilari

Recuerdo aquel día, seguro que alguno de vosotros sobre todo los que estabais asignados a telefonía lo recordareis. Como sabéis, Villa Cisneros estaba entre el cuarto tercio Alejandro Farnesio y el Polvorín, la línea de telefonía que los unía, era muy frecuente que se averiara. Esta vez le tocó a un tramo entre Villa Cisneros y el Polvorín.
Generalmente, siempre íbamos un coche, con el Sargento M. y cuatro compañeros, pero ese día la avería era más importante y fuimos dos coches; uno lo llevaba, creo recordar, Francisco Bravo Ruano y el otro lo llevaba yo, en el que iba el Sargento. Siempre se pasaba bien con el Sargento, sobre todo los chóferes, dejábamos a los compañeros en el “tajo” y nosotros le acompañábamos al bar.
No se solía tardar mucho en reparar las averías. Este día en cambio se complicó un poco más la faena. Una vez terminado su trabajo los compañeros llegaron al bar. El Sargento tenía una borrachera como un piano, cosa bastante habitual en él. Ya de regreso al cuartel al Sargento M. se le antojó que mi coche tenía que llevarlo él. Los que erais conductores, ya sabéis que el coche era como la novia, no se le podía dejar a nadie y mucho menos en esas condiciones. A pesar de esto el siguió insistiendo en que el debía llevar el coche, hasta el punto en que me hizo poner firmes, y dándome dos hostias me quitó las llaves de la mano. Aún ahora, después de 34 años me duele la cara al recordarlo.
Si os acordáis, en el camino del Polvorín a Villa Cisneros, justo antes de llegar, había un poblado de gente muy pobre, si hubierais visto al Sargento a todo gas con el Land Rover, a dos ruedas por medio de las “Haimas” y a los moros corriendo despavoridos, aquello era un espectáculo, por suerte no atropelló a nadie. A mí, en aquellos momentos se me vino el mundo encima, sentado a su lado llorando de impotencia y rabia. Cuando faltaban unos trescientos metros para llegar a la puerta del cuartel, paró el coche y me dijo: Coge el coche, y de esto ni una palabra a nadie, que te suelto otras dos hostias.
Yo que me sentía impotente y tan humillado, llorando cogí el coche, llegamos a la puerta de la compañía y sin aparcarlo me dirigí a ver al Capitán, en ese momento me cogieron tres o cuatro veteranos intentando quitármelo de la cabeza, me decían: Olvídalo que no sabes las consecuencias que te puede llevar esto. Y a pesar de todo, me presente al Capitán y le conté lo sucedido.
Al Sargento lo arrestaron dos semanas. Cuando le levantaron el arresto, estuvo de semana en la compañía, yo era “Padre”, o sea, era intocable, la primera noche que el Sargento estuvo de guardia, estábamos todos dormidos, cogió un papel, me lo puso entre los dedos de un pie y luego prendió fuego, cuando me desperté me levanté para comerme a quien fuera, en los pies de mi cama estaba el Sargento M. y mirando me dijo: He sido yo, pasa algo, en el calabozo se pasa peor, yo le contesté: A sus órdenes mi Sargento, no pasa nada. A partir de ese día, siempre que me miraba se reía, creo que al final, me llegó a apreciar y todo.